Mateo Boffano va dejando mini fuscas de colección escondidos en los destinos del mundo a los que quiere regresar. Lo llama “la ruta de los autitos” y su mayor deseo es que se convierta en un legado para su hija Chiara, de tres meses de edad, para que cuando sea grande pueda visitar todos esos países que le impactaron a su padre.
Cada vez que esconde un autito, lo pone en Google Maps y, al regresar, vuelve a ese mismo sitio para ver si sigue ahí. Por ahora el plan va funcionando. Los fuscas están en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México, Nueva York, Alaska, Islandia, Londres, Francia, Italia, España, Grecia y Turquía.
El primer fusca que escondió fue en Islandia. Este país del norte se convirtió en su destino de viaje favorito y próximamente planea visitarlo por quinta vez. Para él, es uno de esos países perfectos para los viajes en solitario, para conectar con la naturaleza y desarrollar el lado más artístico de la fotografía. Recorrió glaciares, volcanes, géiseres de aguas termales y paisajes alucinantes de fiordos, pero sobre todo pudo ver auroras boreales. Eso fue lo que le voló la cabeza.
Siempre tuvo una fascinación especial por los astros y cuando tiene que responder qué es la fotografía para él, hace un paralelismo entre estas dos pasiones: “Una fotografía es como una estrella, no nos muestra su luz actual, sino la que fue emitida milenios atrás. Nos revela el pasado, contándonos cómo era la vida en aquel momento, trayendo a nosotros recuerdos y memorias. Es una auténtica ventana al pasado que permiten compartir el legado con el presente”.
Mateo empezó a sacar fotos a los 19 años y su entrada en el mundo de las bodas fue a los 21. Al día de hoy es uno de los fotógrafos de bodas más reconocidos de Uruguay, con un equipo de 15 profesionales y videógrafos y más de 700 casamientos capturados con su lente. Sus años de experiencia y excelentes resultados también le abrieron las puertas al resto del mundo. Son 13 los países a los que viajó para fotografiar a los novios en el día más especial de sus vidas y en julio viajará a Europa para trabajar en cuatro bodas más.
Uno de los casamiento más significativos en el que trabajó fue en Bedous, un pequeño pueblo de la campiña francesa en donde vivía gran parte de la familia de la novia. La pareja se estaba casando por segunda vez para que todos estos familiares pudieran participar de la ceremonia y entonces se trataba de un evento íntimo de 30 personas. Mateo vivió esta boda de cerca, e incluso se hospedó en el mismo lugar que los novios y se convirtió en un amigo. Fue así que sacó una de las mejores fotos de toda su carrera, cuando subieron a la cima de una montaña desde donde se veían los valles y ríos del pueblo. Apuntó, enfocó y tomó la foto: una imagen de amor que acompaña a la pareja para siempre.
Eso es lo que a Mateo más le gusta y le motiva de su trabajo, que los novios confíen en él para retratar un momento único en la vida, algo que nunca más va a suceder. En un casamiento no se puede controlar la luz, mover a los modelos o hacer que las personas reproduzcan sus acciones. Es algo que está pasando y él tiene que capturarlo de la mejor forma posible. Siente la adrenalina de saber que los únicos recuerdos tangibles de la boda dependen de él.
Es por eso que el fotógrafo uruguayo dedica tiempo para conocer a los novios una vez que arriba al país, sentarse a charlar sobre cómo son, qué cosas les gusta hacer, cómo son sus familias y qué expectativas tiene para el gran día. La cultura de cada país y las tradiciones de las dos familias se plasman en el casamiento, y a Mateo le gusta interiorizarse en ese aspecto. En Estados Unidos o Europa, lo central es la cena y los discursos de familiares y amigos, mientras que en América Latina el momento principal de la noche es la fiesta.
Cada vez que tiene que armar su valija para cada viaje, Mateo empaca tres cámaras, tres lentes, un trípode, un drone y dos flashes. Quizá sea exagerado, dice, pero cree que siempre hay que estar preparado en caso de que su cámara principal o la de alguno de los miembros de su equipo se rompa. Sin embargo, si le preguntas qué es lo que no puede faltar en su valija, la respuesta no es algún equipo de fotografía. Lo más importante es la camisa para el casamiento y, sobre todo, que llegue sin arrugas.
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