Agustín Milán tuvo la mejor experiencia de su vida recorriendo la costa oeste de América del Norte. Junto a un compañero de trabajo, vivió uno de los momentos de mayor adrenalina de toda su vida al fotografiar a lobos árticos, osos, ciervos y linces salvajes en una reserva natural. Pero además de sus anécdotas increíbles, cuenta cuál es la clave del éxito en la fotografía de viajes.
En febrero de este año Agustín Milán tuvo un viaje improvisado que tiempo después diría que fue el mejor viaje que tuvo como fotógrafo. Había viajado a Los Ángeles por una conferencia y, junto con su compañero de trabajo que también es fotógrafo, decidieron quedarse una semana más para dedicarse a conocer más a fondo la costa oeste de Estados Unidos. Mientras estaban visitando el Cañón de Colorado, se encontraron con un grupo de peruanos que estaban trabajando ahí y ellos le recomendaron visitar una reserva natural de animales salvajes que no era conocida por los turistas.
Agustín y su amigo manejaron su camioneta durante todo el día, poco a poco pasaron de ver desierto a ver nieve y terminaron en un inmenso bosque nevado. En la reserva había lobos árticos, osos, ciervos y linces. Al recorrer el lugar estaba prohibido frenar la camioneta porque los animales se acercaban al vehículo por sentirse amenazados o por el simple hecho de querer robar algo. El auto que estaba detrás del de Agustín frenó unos segundos para ver más de cerca a un grupo de lobos y los animales les arrancaron todo el paragolpe. El fotógrafo estaba convencido de que, si se llegaba a bajar de la camioneta, lo comían.
“Además del miedo, tenía esa adrenalina de querer la mejor foto porque pensaba, ¿cuándo voy volver a ver un lobo ártico salvaje en mi vida? Capaz que nunca más”, cuenta. Pero todas las fotos que sacaba eran en movimiento, en un “momento fugaz”. Al siguiente día emprendieron el camino por la famosa Ruta 66 y fueron parando en pueblitos remotos de los años 50 que parecían parados en el tiempo.
“Creo que fue el viaje más alucinante también por los paisajes que vimos y por la variedad de climas. En cinco días hicimos 2.500 kilómetros con la camioneta y pasamos del desierto con un sol radiante, a la nieve y a la lluvia torrencial”, recuerda Agustín, que hoy en día fundó su propia agencia audiovisual. Más allá de este viaje, trabajó en Brasil, Perú, Costa Rica y México con grupos de surfistas
La clave de viajar con todo pensado
En la fotografía y el video hay tres etapas: la preproducción, la captación de imágenes y la edición. Agustín le da muchísima importancia a la primera. Según él, en la preproducción está la clave para reducir el trabajo tedioso durante el viaje que, al fin y al cabo, también es para disfrutar. “La etapa de la preproducción es la más importante porque es donde realmente hay un diferencial en si tu contenido va a estar muy bueno, va a generar emoción, o solo va a mostrar lo que viste”, explica Agustín.
A fines de marzo, el fotógrafo de 26 años viajó a París y Londres con su familia y tres semanas antes de partir ya tenía armado un plan de las fotos y videos que quería sacar en las ciudades. A París la quería mostrar de una forma cinematográfica antigua y para eso armó un guion en francés de 20 segundos de duración y se contactó con un francés que graba voces en off para marcas. Él le grabó el guion y una semana antes de viajar ya tenía la voz, la elección musical para su video y las referencias de tomas que le quería hacer a las calles parisinas y a los principales monumentos.
En el caso de Londres, grabó un video de él mismo en su casa girando un globo terráqueo hasta dar con Reino Unido y generó una transición con animación que lo llevaba desde la sala de estar de su casa, hasta la icónica Londres. Ambos videos los pudo subir a sus redes sociales mientras estaba de viaje.
—¿Qué es lo que te gusta del video como forma de comunicación?
—Creo que el contenido que uno crea, el que subís para tu perfil, refleja una total libertad. Estás comunicando algo que todos pueden ver, pero bajo tu propio concepto y tu propio ojo. Eso es lo más atractivo: la libertad de crear y que no haya un techo, de poder generar emoción con una transición, una elección musical, el diseño de sonido, con una buena foto sacada de determinado ángulo o con edición de colores arraigado a tu personalidad y a tu estilo de comunicación.
—¿Por qué te parece tan especial la fotografía de viajes?
—Es una manera increíble de conectar contigo mismo porque cuando estás con la cámara en un viaje sos vos y tu cámara, independientemente de cuál sea tu entorno y con quién estés viajando. En el momento en que vas a disparar una foto, vas a tirar un vídeo, todo depende de vos y tu cámara.
—¿Cómo te preparás para un viaje de naturaleza y para uno de ciudad?
—Cuando vas a un destino más enfocado en naturaleza, sobre todo cuando va a haber una actividad, ya el contenido va a ser un poco más dinámico, un poco más explosivo. Mientras que cuando vas a una ciudad por ahí te enfocas más en captar la esencia de la ciudad, en captar la arquitectura, por ejemplo. De hecho, yo uso distintos tipos de cámaras cuando voy a uno u otro. En viajes de aventura me llevo cámaras preparadas para el agua, como la Gopro y además una cámara 360 y un drone. Pero en las ciudades grandes está prohibido usar drones y me enfoco en llevar las cámaras con un lente para captar detalles. No solo te preparás distinto en los contenidos, sino también en los materiales de trabajo que llevás.
—¿Qué es lo más difícil de la fotografía de viajes?
—En destinos donde hay mucho para mostrar, uno se vuelve un poco loco queriendo captar todo. Pero lo que hay que hacer es centrarse en cosas que vayan con tu estilo de contenido. En la vorágine del viaje a veces también es difícil generar cosas innovadoras. Por eso repito que es clave la preproducción, llevar todo lo más armado posible porque si no se puede volver muy difícil el contenido de viajes o no lo terminas haciendo o no los publicás porque creás las imágenes, pero nunca las finalizás.